Por: Desirée Yépez
La Policía interrumpe la transmisión en vivo. Una voz de mujer agitada pide auxilio. «La información de última hora es que hay presencia de antimotines y quieren entrar aquí a 100% Noticias«. Suena más angustiada. Su respiración se acelera y se entrecorta. «¡Urgente, urgente! También hay paramilitares adentro en el canal. Es una alerta, por favor ayúdenos a tuitear a los televidentes, a los colegas. Esto es una emergencia, se quieren llevar preso a nuestro director Miguel Mora… Reprendemos, cancelamos todos estos actos de maldad. La presencia de Jehová está en este lugar». Y llega el silencio. Es la voz de Lucía Pineda Ubau (45), jefa de Prensa de 100% Noticias. La noche del 21 de diciembre de 2018 fue apresada junto a Miguel Mora, director del medio de comunicación, que funcionaba desde 1995, en Managua (Nicaragua). 152 días después, siguen detenidos y sometidos a tortura.
Ella es la única mujer periodista presa en el continente americano. Y una más entre los 779 presos políticos del régimen de Daniel Ortega, según datos del Comité Pro Liberación de Presas y Presos Políticos.
¿La razón? Informar. En eso coinciden familiares, amigos y colegas.
En abril del año pasado Pineda y Mora se convirtieron en un objetivo del gobierno. La ira se desató cuando empezaron a transmitir las manifestaciones. A exponer la represión y violencia del régimen de Ortega y Rosario Murillo que -a agosto- asesinó a entre 450 y 535 personas (diversas fuentes), desapareció a 1300 (Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos -ANPDH) y cerró, por lo menos, cinco medios de comunicación.
Pineda dormía en el canal desde noviembre de 2018. Lo mismo hacían Mora y su esposa Verónica Chávez, para resguardarse de la persecución y acoso en la calle. Noé Ubau, primo de la periodista, detalla que la noche del 21 de diciembre patrullas policiales rodearon el edificio, que operaba en un barrio céntrico de la capital nicaragüense. Desde la ventana vieron entrar a los agentes que cortaron el acceso al cable digital, el control máster y las cámaras de seguridad.
Los testimonios también hablan de civiles que ingresaron con armas. Todos vestidos de negro y con pasamontañas que cubrían sus caras. Quienes estaban en el sitio intentaron refugiarse. Mientras tanto, la periodista narraba a su audiencia lo que se vivía. «Ella se logró esconder y al no escuchar más ruido, salió». Entonces se encontró con un policía en medio de una última inspección.
El Ministerio Público los acusa de «proposición y conspiración para cometer actos terroristas y apología e inducción para cometer delitos impulsados por el odio». Paradójicamente, meses antes, en octubre, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) otorgó a Miguel Mora el Gran Premio a la Libertad de Prensa a nombre del periodismo independiente de Nicaragua. Trabaja con Pineda hace más de una década. Ahora sus voces están están amordazadas por Daniel Ortega.
Lucía está pálida, su rostro demacrado, piernas y pies inflamados, tiene dificultades para caminar, espasmos musculares involuntarios en piernas y brazos, dolores de cabeza y problemas renales. También un deterioro en su visión, pues se esfuerza por leer a pesar de la oscuridad. Pero no se le ha permitido una visita médica. En marzo la valoró una pediatra del Instituto de Medicina Legal. Una pediatra.
Desde que Daniel Ortega volvió al poder, en 2007, el periodismo independiente ha estado en la mira. «Se convirtió en un bastión de denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos, entonces lo vio como un enemigo que expone la barbarie y sus atrocidades al mundo. Asesinaron a un periodista como Ángel Gaona, apresaron a Lucía y Miguel, cerraron medios y cruzaron una línea que terminó de consolidar la dictadura«, confirma Wilfredo Miranda. Por esos motivos, el periodista de Confidencial y Univisión se exilió desde enero de 2019. Su trabajo de investigación le mereció en abril pasado el premio Rey de España, el cual dedicó a sus colegas prisioneros. En sus palabras, ser periodista en Nicaragua es un ejercicio de alto riesgo.
Al revisar las publicaciones disponibles, se expone que la familia presidencial construyó un monopolio informativo, a través del acaparamiento de medios de comunicación. Es parte de una estrategia para acallar críticas, fortalecer perfiles ideológicos y políticos.
Cuando Lucía era niña jugaba a ser periodista. Caminaba con una «mazorca de maíz» -que hacía las veces de micrófono– y entrevistaba. Es la segunda de seis hermanos: cuatro mujeres y dos varones. La nica-tica (nacionalidad de Nicaragua y Costa Rica) estudió periodismo en la Universidad Centroamericana (UCA), en Managua. Y ejerce el oficio desde hace más o menos 24 años.
Para su hermana Karen, el estilo periodístico de Lucía es directo y sin tapujos. «Sus preguntas eran concisas… muchos entrevistados se incomodaban. Ella iba al meollo del asunto. Esa línea es la que ahora la tiene en esta circunstancia».
Noé, su primo, añade que molestaba al gobierno orteguista porque sus invitados eran miembros de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), movimientos sociales, estudiantiles… El último diálogo que mantuvo en su espacio, 100% Entrevistas, fue con Mónica López, de la Articulación de Movimientos Sociales, y se publicó el 21 de diciembre en YouTube. Hablan sobre la expulsión de territorio nicaragüense del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y del Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
https://www.youtube.com/watch?v=9rWVTX4Y2uk
«Cuando estaba el gobierno neoliberal, la llamaban sandinista; y ahora el gobierno de izquierda la llama golpista, derechista», recuerda Jefferson Cruz (25), pupilo de Pineda. «Ella ha entrevistado a Daniel Ortega, a Rosario Murillo (vicepresidente y esposa de Ortega). Su principal enseñanza es preguntar: aunque no te respondan, siempre pregunta», insiste.
«Lucía está en prisión por hacer su trabajo: informar la realidad que vive el pueblo de Nicaragua». La afirmación de Karen Pineda se sostiene en las advertencias que su hermana ya le había hecho sobre los riesgos que corría. «El canal de televisión donde ella trabajaba transmitía esa realidad. Sentía temor. Una semana antes del arresto, me escribió y me dijo: ‘hermana, la situación cada día está más crítica'».
También conocida como ‘La Chilindrina’, por su baja estatura (menos de 1,50m), Pineda Ubau es una mujer «alegre, que habla mucho, abocada a Dios«. Mantiene su fe, a pesar de haber llegado al infierno el 21 de diciembre de 2018.
Tras ser detenida y sin una orden formal de arresto, la periodista fue trasladada a El Chipote: un centro de tortura octogenario, que se levanta en la Loma de Tiscapa (centro de Managua). Los medios locales lo describen como un lugar «elegido históricamente por el poder político y militar para castigar y reprimir a enemigos y antisociales». El primo de Lucía describe que las celdas están pensadas para infligir daño psicológico: no hay exposición a luz ni aire puro, son húmedas y subterráneas. Según Julio Montenegro, su abogado defensor, la situación ahí llegó al punto en que ella «tuvo que ponerse un papel sobre su mano y defecar. Darle vuelta al papel y colocarlo en una bolsa». La mujer estuvo «en la cárcel más temida de Nicaragua» del 21 de diciembre al 30 de enero de 2019.
El miércoles 30 la llevaron a una prisión que «de Esperanza no tiene más que el nombre». En el sistema penitenciario La Esperanza, a una hora en auto del centro de la capital, está aislada en un cuarto oscuro de 2×3 m². En las paredes hay huecos en forma de diamante por donde entra algo de luz natural. En el mismo espacio está el baño. No puede salir de la celda, sino cada ocho días: los viernes durante 20 minutos. Noé cuenta que su prima «lee la Biblia constantemente, hace sesiones de culto para sí misma para no perder la cordura, habla en voz alta».
Siempre hay una custodia junto a la puerta, pero no puede dirigirle la palabra. Recibe visitas cada 15 días vigilada por una escolta de entre seis y ocho guardias. «Cuando vamos, todos están con chalecos antibalas, como si fuera una criminal, una delincuente. Ella es una periodista y está ahí por hacer su trabajo», insiste Karen.
Tampoco ha podido recibir a su defensa. «He solicitado entrevistarme personalmente con ella y hasta el momento no he tenido respuesta». El sistema de Justicia se mantiene en silencio ante las peticiones del abogado Montenegro.
«Mi hermana cree que prefieren tenerla en aislamiento para que no agite o alborote a las otras presas políticas». Desde el pasado 25 de abril, un grupo de reas mantiene una protesta en la cárcel en rechazo al castigo que sufre Lucía. Exigen que- ya- no- más.
La CIDH denunció la escalada de ataques a la prensa y violaciones a los Derechos Humanos en ese país centroamericano. El 6 de febrero, el organismo presentó un informe que documenta la persistencia de un patrón de censura y clausura de medios de comunicación, y la detención arbitraria y enjuiciamiento de periodistas. El relator especial para la Libertad de Expresión, Édison Lanza, enfatizó que «la democracia y el Estado de Derecho son incompatibles con la criminalización de la prensa independiente».
Resulta raro que, el 4 de julio de 2001, el entonces candidato a la Presidencia Daniel Ortega estampó su firma en la Declaración de Chapultepec. Ese día reconoció que «el ejercicio de la libertad de expresión no es una concesión de las autoridades, es un derecho inalienable del pueblo». Ahora los datos le contradicen.
El informe sombra acerca del cumplimento del Objetivo de Desarrollo Sostenible 16.10.1 de la ONU, que se refiere a la violencia contra periodistas en ocho países de América Latina, establece que -entre abril y diciembre del año pasado- 73 periodistas se exiliaron de Nicaragua, 28 fueron detenidos arbitrariamente y uno fue asesinado.
El ganador del Rey de España, Wilfrido Miranda, es enfático: Lucía Pineda y Miguel Mora representan el asedio contra la libertad de expresión y de prensa, el odio de muchos discursos contra el periodismo que va más allá de las declaraciones oficiales, de ese que pide cuentas a todos los poderes. «Cualquiera de nosotros podría estar como ellos en cárceles de máxima seguridad por el solo delito de informar».