María Fernanda Almeida
El reloj marca las cinco de la tarde. El estrés de la hora de cierre no afecta a Jineth Bedoya. A mediados de julio, la Subeditora de diario El Tiempo, en Colombia, recibió la noticia que esperó por 19 años. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) responsabilizó al Estado Colombiano por el secuestro y violación que sufrió en el 2000.
El 25 de mayo de ese año marcó un día nefasto en su vida. Jineth tenía previsto entrevistar a una posible fuente para una investigación relacionada al tráfico de armas en la cárcel Modelo de Bogotá. Nunca sucedió. Fue engañada y varios hombres, identificados como paramilitares, la retuvieron por más de 16 horas, la violaron y la torturaron. Ella solo cumplía su trabajo.
Cargó con el silencio por nueve años. Hasta que, en 2009, alzó públicamente la voz. Desde entonces lidera la campaña ‘No es hora de callar’, alentando a las mujeres a denunciar las agresiones sexuales y violencia de género.
El pasado 6 de agosto, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) reconoció su labor periodística y su coraje como activista. En octubre le entregarán oficialmente el Gran Premio Libertad de Prensa 2019 durante la 75 Asamblea General de la SIP.
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La paciencia de Jineth no se acaba. Por más de seis mil días ha investigado su propio crimen, enfrentándose a la negligencia judicial, a trabas burocráticas y a revictimización. Ella se mantiene en pie.
El 6 de mayo de 2019, la justicia condenó a Jesús Pereira y Alejandro Cárdenas como autores de su secuestro y violación, a 40 y 30 años de reclusión, respectivamente, pero los autores intelectuales aún siguen impunes. Al menos 20 personas más están directamente implicadas.
Del Estado colombiano no espera nada porque reconoce que han sido 19 años de silencio. Por ello, cuando la Corte Interamericana dio luz verde a su caso, sintió que, por primera vez, volvía a confiar en la justicia.
“En medio de intentar buscar la verdad he tenido momentos que han sido mucho más difíciles que el propio secuestro. Cuando ocurre el secuestro son unas largas horas donde, obviamente, te violentan física y emocionalmente, donde acaban contigo, pero tener que seguir reviviendo eso en medio de la investigación del proceso judicial, tener que ir a buscar las pruebas e intentar convencer a la Fiscalía que lo que tú estás diciendo es cierto, es muy desgastante”.
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Jineth es de las periodistas que respira noticias. Le apasiona tanto reportar, que su puesto directivo en un medio no le impide salir a las calles a buscar historias. Eso sí, lo hace en un auto blindado y con escoltas.
Desde el 2000 reconoce que cambió su forma de investigar y de hacer periodismo. Ya no busca la exclusiva, se enfoca más en las víctimas porque reconoce que estar al otro lado de la información es una carga emocional importante.
Reconoce que tendemos a olvidar a la víctima. “Nunca nos medimos a la hora de prender al micrófono y ponérselo en frente, nunca nos medimos a la hora de publicar y revelar una imagen, poner una fotografía, transmitir un mensaje”.
Regresó a la redacción de El Espectador, quince días después de haber sido violada y secuestrada. Apenas caminaba debido a los múltiples golpes que recibió. Le sorprendió ver a casi 200 periodistas levantados, formando una larga fila para abrazarla. Todos aplaudían.
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La otra faceta de Jineth es el activismo. Su campaña, ‘No es hora de callar’ para denunciar la violencia sexual y de género ha tenido un fuerte impacto no solo en Colombia, sino en América Latina y Europa.
Organizaciones como el PNUD, ONU Mujeres, Oxfam la han apoyado. Ella, por su parte, conversa reiteradamente con las mujeres periodistas de El Tiempo. Impulsa el respeto y capacitaciones que promuevan un lenguaje inclusivo y contenidos de equidad que ayuden a concienciar sobre la violencia de género.
“Con las mujeres tenemos charlas privadas de cómo debemos cuidarnos dentro y fuera de la redacción, de cómo tenemos que enfrentar a nuestras fuentes, de cómo tenemos que pedir ayuda y cuándo debemos hacerlo”.
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¿Es posible olvidar, pasar la página? Jineth mantiene el silencio y reflexiona unos segundos. No sabe si algún día perdonará a quienes le robaron parte de su vida. Para la Subeditora de El Tiempo una violación nunca se supera porque marca y transforma.
“Hasta cuando estos violentos me lo permitan yo seguiré haciendo periodismo pero lamentablemente el riesgo no ha terminado. Sigo estando amenazada, pero haré periodismo hasta mi último suspiro”.